miércoles, 24 de agosto de 2016

Palabrejas

Desde que empiezas con esto de la preñez van apareciendo, día sí y otro también, una serie de novedades. Unas forman parte del día a día y pasan enseguida a la normalidad; otras extrañan un poco más. Los términos usados para describir algunos aspectos de este periodo forman parte de las segundas; porque a veces te preguntas quién cojones inventa esos nombrecitos, y solo Menguele acude a la respuesta. Para muestra, dos botones.


Meconio

Nombre amable donde lo haya, al menos es honesto. El término viene del griego mekonion y del latín meconium, describe el jugo de la cabeza de amapola y se utiliza para designar la primera defecación de la criatura, por similitudes visuales; teniendo en cuenta que es una bomba de 9 meses de maceración, imagínate lo encantador del asunto.
En verdad el meconio forma parte del medio en el que flota el bicho durante su gestación y, como todas las cosas que están ahí dentro, tiene su porqué, básicamente son los restos de lo que en su día le sirvió de alimento. El problema viene cuando ya no son necesarios sus servicios y llega, como acertó a decir uno de estos avanzados que ya han traspasado la frontera de la preñez, "la gran cagada": una pasta verdinegruzca, desestructurada, maloliente y pegajosa que tienes que quitar del bicho aproximadamente al día de haber nacido (cuanto más tarde en llegar más grande será la caída) y para el que no puedes usar rasqueta, cincel ni lija, aunque sea de grano fino; no te queda otra compañero, delicadeza y dedicación para con la putrefacción por el bien de tu vástago.


Calostro

¿Pero a qué alma oscura se le ocurre nombrar así a algo relacionado con el bicho? ¿Calostro?, ¿en serio?, ¿eso muerde?
Si te cuento que el calostro, del latín colostrum, aparece después de nacer el bicho y antes de la llegada de la leche materna, la cosa no mejora. Cuando te enteras de que es un líquido amarillento y descartas dientes y zarpas, comenzamos el camino agradable del susto menor; pero amarillento sigue sonando fatal.
Por suerte aquí la naturaleza echa un cable y todo lo malo que lleva este nombre se queda en eso mismo, en el nombre, ya que ese líquido amarillento es un superalimento de verdad, un cóctel de proteínas y anticuerpos que le ofrece al bicho tu señora unos cuatro días después del parto, lo que viene a ser un regalazo en respuesta al maldito meconio que el bicho os dio... no le des vueltas... cosas de madres.


Y te quedas pensando que es curioso, que posiblemente quien ponga estos nombres esté pensando en conceptos y definiciones, que posiblemente tenga mucho sentido y que en cuanto pase un tiempo estas palabrejas, como todo lo demás, pasarán a ser cercanas y hasta simpáticas. Es entonces cuando, casi sin quererlo, cargas las palabras en tu vocabulario y empiezas a plantearte si no sería buena idea llamar a tu próximo vástago Meconio o discutes sobre la conveniencia o no de darle un calostro al bichejo de vez en cuando.

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